El niño jugaba con el lodo recién descubierto,
que era las palabras.
El joven tuvo un gusto extraño
por palabras que sonaban a incendio.
El hombre bebió las ideas
de esos modernos literatos
hasta el asco.
¡No te permitas el engaño!
¡Deja ya de buscar ese espejismo
al que tan pomposamente llaman
La Originalidad!
Busca un modelo superior
y amóldate.
Y pide acaso a la pobre literatura
(a la que llaman hoy así los descreídos)
te recuerde lo siguiente:
“Ésta no es nuestra casa.”
No le pidas más,
porque sólo hallarás decepciones.
2 comentarios:
Este me gusta!! saludos!
Claudia: respondo con siglos de retraso. ¡Gracias por el comentario!
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