jueves, 21 de junio de 2007

LOS FABULOSOS NÚMEROS 1 (2)

Karmatron y los Transformables

Lo primero que me alegró fue ver que ahora tiene formato de cómic y no media carta, como al principio, ni ese formato extraño de Ka-Boom, el comic; lo cual da gran flexibilidad a la narrativa visual en las 32 páginas que lo constituyen. El papel es de buena calidad y permite apreciar los terminados.

El autor, Óscar Gonález Loyo, ha recurrido a los avances tecnológicos para crear efectos que enriquecen la parte gráfica: cuenta con color y efectos digitales, como los difuminados que refuerzan la diferencia entre planos. El diseño de la armadura es más imponente y se aleja bastante de la primera versión. La Serpiente Kundalini ahora es muy parecida a las de algunos monumentos arqueológicos de México. Por su parte, la imagen de los Guerreros Estelares (Titán, Acuarius, Estelaris y Unicornio) no ha cambiado sustancialmente, pero el manejo de los detalles es más generoso.

El argumento de la primera aventura es ya conocido por quienes llevamos un tiempo con Karmatron como parte de nuestras vidas: nos habla de Zacek, un personaje de la raza zuyua que adquiere poderes superiores a los humanos, no por accidente ni por ambición, sino gracias a sus logros espirituales. Así, es capaz de convertirse en Karmatron y combatir al mal, representado por Asura y su ejército que pretende dominar el cosmos. La primera misión de Zacek será llevar a un lugar seguro a la raza zuyua, cuyo planeta es destruido por el ejército metnalita. La información sobre los chakras o centros de energía (cuya cantidad en la tradición hindú es de siete, pero que varía de cultura en cultura) se desgrana con naturalidad a lo largo del texto, las imágenes no adornan sino realmente refuerzan la explicación.

La sección “Hablando de cómics con…” es realmente interesante. En el número 3 consta de una entrevista con John Buscema Sr. y John Buscema Jr., donde ambos dibujantes dan consejos importantes a los nuevos valores: el historietista ha de ser culto, el trabajo constante es la única manera no sólo de triunfar, sino de no ser desplazado, y la humildad es indispensable para quien quiere aprender.

El “Correo Karmatron” es un testimonio de algo que casi siempre pierden de vista aquellos que se consideran “artistas”: la responsabilidad del creador ante su público. Si todo aquello que consideramos nuestra obra y que será publicado llegará a las manos de alguien, tendrá un efecto sobre esa persona. Gonázlez Loyo es consciente de esto, al grado de que ha tomado lo mejor de ciertas tradiciones, ciertos libros, ciertos símbolos, influencias que sin embargo (por prudencia, quiero creer), omite mencionar abiertamente.

El carácter combativo sigue presente en su obra. Si en los años 70 se burlaba del materialismo histórico, ahora su crítica cae sobre el pesimismo mostrado en Operación Bolívar, de Edgar Clément y Buba, de Ricardo Peláez. ¿Será cita textual el comentario de Roby, el robot, acerca de que el conocimiento interno y la quietud mental son “tonterías e infantilismos ridículos de bajo nivel para alguien adulto."?

He seguido la trayectoria de Óscar desde el tiempo en que su dibujo era rudo y el protagonista se llamaba Alfa; fungían como sus maestros el pequeño saurio Mukti, el supercomputador Avidya, el ave Garuda; un oso llamado Dharma, un mago quien le ayudaba a adquirir conocimiento esotérico, y un tigre, quien lo instruía en artes marciales. ¿Qué habrá pasado con esos personajes? Quisiéramos verlos de nuevo y también ver concretados los proyectos de Saskunah el maya y El mundo de Gnani.
Óscar fue de los primeros historietistas en confrontar diferentes personajes y estilos de dibujo en una sola revista, pues Karmatron enfrentó a Destrúktor, que tenía su propia serie, además de a Intercepto y Arela, de Carlos Tron estos últimos. Me pregunto si algún día podremos ver los siguientes crossovers: Karmatron vs. Kalimán, Karmatron vs. Blue Demon, Karmatron vs. Santo, y Karmatrón y Garab Yidam. Estoy convencido de que el cómic nacional saldría ganando.

martes, 24 de abril de 2007

ASUNTO DE FE



Yo, Hacedor de lluvia,
vierto mis brazos
como dos columnas;
acuno, mano extendida,
los brotes deslumbrantes
de mis fértiles hijas.

Son gotas
que han llegado tiritando
las semilla laboriosa
que a todo ser sustenta.

Por mí las calles
son purificadas,
y hago a los niños
mirar tras la ventana
un ejército de barcos
que vienen de la duda.

Los amantes saben de mí
cuando el agua
les cae sobre los besos
y ellos, inmutables,
exhalan neblina
de lejanos vuelos.

Conozco los salmos
de los peces ciegos
y sé de los letargos
que suben a la tierra
cuando el sol se sume
con un adormecido chapoteo.

A un golpe de mi pie
los sauces rompen
la necedad de un asfalto enfurecido,
y paso
como un imperceptible sacerdote
y lo miro todo
como un mapa celeste
de lo más querido.


(Publicado originalmente en "Falso tratado del amor no cortés", Ediciones Papeles Privados, México, 2004)